Ser Joven en Latinoamérica

Artículo de opinión publicado en http://www.clarin.com/diario/2005/03/21/opinion/o-942461.htm

TENDENCIAS

No es nada fácil ser joven en América latina

En un continente de graves desigualdades, son mayoría los jóvenes pobres, con insuficiente escolaridad y pocas oportunidades laborales.

------------------------------------------------------------Bernardo Kliksberg. ECONOMISTA, DIRECTOR INICIATIVA INTERAMERICANA DE ETICA Y DESARROLLO (BID-NORUEGA)

Uno de cuatro jóvenes latinoamericanos de 15 a 29 años está fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. En la Argentina en el 2002, más de 400.000 niños y adolescentes abandonaban anualmente sus estudios y un millón de jóvenes de 15 a 19 años estaba fuera de la escuela.

Se los llama jóvenes marginales pero el nombre correcto es jóvenes excluidos: la sociedad no les hace lugar. La pobreza incide en su abandono escolar. Con baja instrucción en un continente con tanta desocupación, no consiguen un primer empleo. Al no tener trabajo no logran forjar un capital de relaciones, ni integrarse socialmente. Acorralados injustamente, están en alta tensión.

Entre el 90 y el 2000 el número de jóvenes pobres subió en 7.600.000 en Latinoamérica. En el 2003, en la Argentina, el 54% de todos los jóvenes entre 14 y 22 años eran pobres.

Los jóvenes tienen ventajas naturales para absorber las nuevas tecnologías; sin embargo, les va muy mal en el mercado de trabajo. Su desempleo multiplica por 2.5 el general. De cada 100 nuevos contratos laborales, 93 son para adultos.

Sólo el 34% de los jóvenes latinoamericanos termina la secundaria; en los países desarrollados es el 85%. Un tercio no completa siquiera la primaria. Sólo el 6,5% la Universidad. Entre el 20% más pobre de la población la mitad no finaliza la primaria y sólo uno de cada diez la secundaria.

El resultado es una trampa intergeneracional. De cada cinco jóvenes con padres con primaria incompleta, cuatro no logran superar ese nivel educativo. Las consecuencias son graves. La CEPAL señala que para no ser pobre en América latina un prerrequisito es tener por lo menos 12 años de escolaridad.

Hay por lo tanto, en la región y en Argentina, diversos trayectos de vida joven. Para muchos juventud no significa oportunidades, sino estrecheces agudas, changas, deserción escolar y exclusión social. El aumento de la criminalidad juvenil tiene claramente una raíz estructural en estas realidades. Como lo ha destacado UNICEF, este problema no se puede abordar únicamente desde la perspectiva de la seguridad pública.

Los jóvenes tienen motivos para sentirse inquietos en una región y un país como la Argentina donde en los 90 casi desapareció la movilidad social. Sin embargo, tienen un potencial enorme. Han demostrado una vocación natural para el trabajo voluntario y la solidaridad. Estuvieron en primera línea en las cruzadas contra la pobreza en Brasil, en los tan valiosos programas en gran escala de Caritas y otras organizaciones en la Argentina de la crisis aguda, y han generado una densa red de organizaciones voluntarias en todo el continente.

En el primer lugar de sus afectos está la familia. Estudios de CEPAL indican que el 91% de los jóvenes viven en familias (58% en familiares nucleares y 33% en extendidas). La familia goza de la más alta credibilidad entre los jóvenes, a diferencia de otras instituciones. El mito de que no participan en nada es errado también según los datos reales. Tienen nuevas formas de asociatividad, como la religiosa, sus redes en el espacio virtual y diversas formas de asociación informal.

Es hora de que América latina se ocupe seriamente de los jóvenes, colocando el tema en lugar prioritario en las políticas públicas y forjando un gran pacto nacional entre Gobierno, empresas y sociedad civil para abrirles oportunidades. Cuando ello se hace, el potencial joven se pone en marcha como ha sucedido en experiencias exitosas como, entre otras, las Escuelas Abiertas promovidas por la UNESCO en el Brasil, el programa de tutores educativos jóvenes de niños pobres impulsado por el Ministerio de Educación nacional y otras alentadas por UNICEF.

¿Ayudaremos a los jóvenes a recuperar la esperanza o seguiremos echándoles la culpa de las situaciones sin salida en que la sociedad ha colocado a muchos de ellos?

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